Asumámoslo, las personas nos hemos transformado en caracoles digitales que vamos dejando rastro (a veces queramos o no) de cada acción o decisión que tomamos. El teléfono móvil ha sido el objeto diseñado y responsable de permitir la geolocalización y aparecen ahora un montón de servicios relacionados con esta nueva funcionalidad. Algunas de estas particularidades tienen servicios tan interesantes como:
- permiten hacer cálculos sobre cuanto se camina o corre.
- funcionalidad de gps que permite guardar la ruta de una excursión o hacer de mapa.
- posicionar las fotografías y luego permite saber el lugar donde se ha realizado.
Todas estos novedosos servicios pueden ser interesantes siempre y cuando queden dentro del ámbito de la privacidad personal y el propietario del dispositivo pueda controlarlos y activarlos cuando desee. Sin embargo, la moda por crear redes sociales y buscar compartir información permiten usos algo más perversos que si pueden comprometer la seguridad del usuario. Hay que ser conscientes de qué información publicamos y sobre todo, qué consecuencias puede tener compartirla. Esta tendencia de si no publicas o no compartes tu vida en la red no eres nadie debe tener en consideración una cosa muy importante: lo publicado difícilmente se borra y una vez pulsas el botón compartir, ya no habrá marcha atrás. Sirva como ejemplo lo que Chema Alonso publica ironizando sobre el uso del Feisbuk o esta otra que cuenta cómo los "Ladrones recurren a Facebook para seleccionar víctimas".
Por tanto, decir donde estás, donde comes, por donde corres o incluso en donde te encuentras en un momento determinado, o sea, geolocalizarnos, puede ser información que consideremos irrelevante pero que también tiene consecuencias. Hace algún mes se hizo famosa la web Róbame que indicaba nombres de usuarios de twitter que habían dicho que estaban fuera de casa como reclamo para ser robados y que pretendía concienciar al personal sobre los comentarios que se publican en twitter geoposicionando al usuario.
De siempre una de las primeras lecciones que se enseña a los niños es a no hablar con desconocidos. Sin embargo en el siglo XXI se nos ha ido la cosa de las manos y ahora físicamente no lo hacemos pero virtualmente nos relacionamos y compartimos información con todos ellos. En el ámbito de las redes sociales de carácter profesional puede ser interesante disponer de un número de contactos que contemple gente que conoces físicamente y gente que no. Sin embargo, en el ámbito personal debemos controlar nuestro "circulo de confianza". Tus amigos reales y directos SI son tus amigos, pero los amigos de tus amigos puede que ya no.
Por último quiero acabar dando a conocer un libro publicado por Aranzadi que precisamente se centra en toda esta problemática vinculada a la privacidad y las redes sociales, con autores tan relevantes en la materia como Nacho Alamillo, Ricard Martínez, Natalia Martos, Javier Megías y otros muchos otros que harán de este libro un imprescindible en la repisa de todos aquellos que nos preocupamos por la "seguridad de la información" y ahora también de las privacidad de las personas como subconjunto de información más vulnerable. Es un libro a tener apuntado para la lista de los Reyes Magos. El contenido del mismo puede ser consultado en el enlace "DERECHO Y REDES SOCIALES".
2 comentarios:
Muy interesante. Te paso también un interesante artículo del New York Times que reflexiona sobre este asunto: http://www.nytimes.com/2010/08/30/technology/30location.html?_r=2&src=twt&twt=nytimes
Nunca nos cansaremos de decir que la privacidad tiene una clave: la actitud del titular de los datos personales. Nuevos artículos y libros, por supuesto, siempre de agradecer, girarán siempre en torno a esto, y su novedad será la de hablar de los productos o servicios que se vayan generando.
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